
El pacto
Ana Barroso Sanz 2º Bachillerato B
Y, como si de cristal se tratase, la espada que le robó al armero se rompió en mil pedazos. Escuchó cómo la bestia rugía de furia y supo que no tenía tiempo que perder. Trató de correr, como tantas veces había hecho, pero ya era tarde; sintió un inmenso dolor en el costado y, cuando pudo abrir los ojos, se hallaba tendido en el duro suelo de piedra, a tres metros de su situación inicial y sin fuerzas para moverse. Podía escuchar cómo aquella aberración caminaba hacia él y supo que en apenas unos instantes estaría muerto. Volvió a cerrar los ojos y, tal como le había descrito en una ocasión un viejo mendigo en su lecho de muerte, vio cómo su vida pasaba ante sus ojos. Cada huida por los oscuros callejones, cada noche pasando hambre, cada invierno a la intemperie… Cada recuerdo le desgarraba su interior, pero pronto todo daría igual. “Hazlo y llegarás a mí”. La voz que le había hecho venir al lugar que se convertiría en su tumba, la voz que tantas veces le había despertado en mitad de la noche, la voz que había hecho crecer un brote de esperanza en su interior volvía a sonar en su cabeza.
Cuando en un tiempo y en un lugar completamente diferente al que se encontraba, un escéptico tabernero le preguntó al viajero que esperaba por su bebida cómo había podido derrotar a una criatura legendaria, éste no supo qué responder. Solo pudo verse a sí mismo, parado en mitad de las viejas ruinas, con su vieja y oxidada daga en una mano y un corazón palpitante en la otra. “El pacto se ha realizado, que esta misión sea la primera de muchas”. Tras escuchar la melodiosa voz, las ruinas desaparecieron y su mente viajó lejos, por los conocimientos una vez perdidos, que ahora le pertenecían. No escuchaba la voz, pero sabía que cada vez estaba más cerca. Y entonces volvió a oírla y sintió que sus ojos, donde quiera que estuviesen, se llenaban de lágrimas, porque ahora se encontraba frente a frente con el ser que la emitía.